viernes, 21 de diciembre de 2012

Menú turístico

Hoy pensaba en cuando era pequeña y algún sábado o domingo iba con mis padres y hermano a algún sitio: de compras, a ver el desfile militar del 12 de octubre, a visitar a algún familiar cuya relación con mis padres siempre me sonaba a chino (sí, mujer! es la tía Carmen! La hija del hermano pequeño de tu abuelo? Pues su prima. Estuvo en tu comunión, no te acuerdas? No.).

Mi madre me ponía guapa. Leotardos blancos, zapatos de charol, vestido con lazo a la espalda, diadema a juego... Y nos metíamos en el coche para llegar a nuestro destino. Yo siempre imaginaba que conducía e intentaba reconocer las calles por las que pasábamos y memorizar los trayectos. En la radio, siempre, música clásica o las noticias.

Pasaban las horas y sin darnos cuenta había que volver, y rápido! Madre mía, las 14h30 y no tenemos preparado nada de comer...!! OMG. No solíamos salir mucho así que lo normal era comer en casa. Mi madre es una gran cocinera y mi padre un gran comedor. Yo creo que por eso llevan tantos años juntos... Al llegar a casa, y como medida excepcional de emergencia, siempre comíamos lo mismo: menú turístico. Es decir, los restos de otros días que quedaran por la nevera y barra libre de huevos fritos con patatas. Y qué ricos sabían! Los mejores del mundo. Pan recién comprado en el horno de debajo de casa, aceite de oliva virgen extra, un choricillo para animar el cotarro y un buen par de huevos fritos con su puntillita y su pegote de sal.

Hale... buen provechito!


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