viernes, 20 de marzo de 2009

Como un elefante en una cacharrería


- Pero... ¿¡por qué no!?
- Pues porque no...
- Pero..... ¡es que no lo entiendo!
- Es que no hay nada que entender, Mara. Es no y es no, ya está...
- ........... pero......... ¿Por qué? ¿Yo qué te he hecho? Tanto que dices que me quieres, ¿por qué me haces tanto daño?
- Justamente por eso, porque no quiero hacerte daño...
- ¿Tú te estás oyendo? ¡No tiene sentido! Me haces daño para no hacerme daño... ¡Es ridículo!
- Tú no lo entiendes....
- No, eso está claro... ¡No me entero de una mierda!
- Ya lo entenderás...
- Venga, ¡acaba la frase! Ya lo entenderé cuando sea mayor, ¿verdad? ¡Pero es que ya soy mayor! ¿No te das cuenta?
- No, la que no te das cuenta eres tú... No quiero hacerte daño. Por eso esto no puede seguir...
- Sigo sin entenderlo... ¿No me quieres tanto? ¿No nos lo pasamos tan bien juntos? ¿Dónde está la parte mala? ¡Porque yo no se la veo por ningún lado!
- Bueno, mira, déjalo, ya está, se acabó. Está claro que esta decisión la tengo que tomar yo. Me rompe el corazón decirte esto pero Mara, lo nuestro se acabó.
- Pues vale, pues haz lo que te dé la gana, tío........ yo no te voy a estar suplicando..............

Y el silencio los envolvió como una manta en una fría tarde de invierno. Hielo. La habitación gris. Lluvia debajo de la manta.