domingo, 18 de abril de 2010

Placeres desconocidos


Lo que más echo de menos es llegar a casa después de una noche por ahí, tomar la última sentados en el sofá pensando qué vinilo degustar al ritmo de una copa de vino y bailar, tú y yo solos en el salón, una historia del Nueva York de los años 30 de la mano de Billie Holiday.

Justo después, mecidos y tiernos, hacer el amor hasta el amanecer y dormir abrazados al tiempo que el sol asoma los deditos por la ventana. Eso era magia.

Todo perfecto hasta el despertar, cuando volvía la conciencia y arrastraba toda su ortopedia tras de si. A veces me dabas incluso un abrazo en mitad de la mañana o te colabas en la ducha mientras me enjabonaba el pelo, pero eso sucedía las menos de las veces.

Y ahora estoy aquí, en mitad de la noche, sola, pensando que las cosas no están tan mal como parecen y preguntándome qué pensaras tú de todo esto y reconociendo aquí, delante de todos, que no soy tan fuerte como parezco.

En general estoy bien, es cierto, pero eso no quita para que tenga mis momentos de flaqueza, como este, en el que el corazón me pide a gritos que te llame y te diga que vengas, que vuelvas a mi lado, que la cama sin ti es un océano inabarcable y que mañana al despertar quiero olerte y hacerte café y tostadas. Si además te cuelas en mi ducha, ya lo clavas.

miércoles, 14 de abril de 2010

Mi discapacidad particular



Recuérdame que no me vuelva a poner guapa para ti. Y que no se me olvide, por favor, dejar de comprarte café y pan para el desayuno. Ah sí! Y me tengo que acordar de dejar de hacerme ilusiones de una vez, que esto ya empieza a ser preocupante, ¿no te parece?