miércoles, 11 de abril de 2012

¿Por dónde iba?

 
Ah, sí! La comida del hospital... Puf! En realidad no estaba del todo mala pero daba igual, me metían tanto veneno en vena que solo con olerla se me revolvía el cuerpo entero. Estuve unos cuantos días alimentándome a base de bocadillos de jamón ibérico y de pollo trufado, de palmeras de chocolate y colacao... Pero la algría dura poco en casa del pobre y el médico me "recetó" dos batidos de anoréxica al día, es decir, dos botellas de cemento armado con sabor a vainilla. Proteína pura, se suponía... Y una mierda pa ellos!! Hidratos de carbono, grasas, proteínas, vitaminas... De todo! De hecho, con 4 batidos de esos al día, ya no hace falta comer nada más. Qué práctico, verdad!?

Han pasado dos meses y medio desde que me ingresaron. Es decir, llevo un mes de hospital y un mes y medio en casa de mis padres, y es ahora cuando empiezo a ver la luz al final del túnel. Hasta ahora ni si quiera me lo había planteado (que esto se fuera a acabar, que tuviera un final, que existiera "algo más") pero estos días me empiezo a dar cuenta de que dentro de poco, en unas cuantas semanas (2? 4?), todo volverá a ser como antes. Durante estos dos meses y medio mi vida "anterior" me parecía difusa e irreal. Solo existía el hospital; incluso cuando ya estaba en casa de mis padres e iba a mi casa para regar las plantas o coger algo, me parecía ficticio que yo pudiera vivir allí sola y tener una vida independiente al margen de mis padres y de los médicos y las enfermeras y los quirófanos. Sin embargo, ahora comienzo a ansiar recuperar esa vida y cuando voy a mi apartamento tengo la sensación de que estoy "en casa" y de que todo ha sido un sueño y que no tengo que volver a casa de mis padres porque ya estoy donde tengo que estar, en el sitio al que pertenezco. Va a ser bonito volver a mi piso ahora que el frío ya pasó y que las tardes son cálidas y agradables, largas. Sentarme en el sofá cuando llegue de trabajar y abrir las ventanas de par en par para que la Primavera lo llene todo con su olor a azúcar tostado y a césped recién cortado, poner un disco y dejar que el tiempo pase sin agobios, sin prisa. Que llegue San Isidro con sus tormentas y el mes de junio con sus piscinas. Y el julio de festivales. Y el agosto de los viajes. Y el septiembre de los anhelos...

Recuerdo la primera vez que estuve una "temporadita" en el hospital. Cuando por fin salí, había cambiado mucho. Había madurado, aunque suene estúpido y redicho. Noté un cambio a nivel personal bastante profundo y a partir de entonces empecé a manejar "la vida" desde otro punto de vista. En cierta manera, y aún a riesgo de caer en tópicos, aprendí a darle a cada cosa su justa importancia, a no hacer una montaña de un grano de arena, a relativizar los "problemas" del día a día, si es que se puede decir que alguien como yo pudiera tener algún problema "de verdad". Esto me sirvió para, en cierto modo, ser más feliz que antes. Me hizo más fuerte y me valió de apoyo para seguir adelante en muchas situaciones que antes me habrían supuesto un problemón. Si aún ahora puedo parecer la reina del melodrama, imagínense antes, queridos. La dama de las camelias, a mi lado, era Heidi. Ahora me pregunto si esto que me está pasando me afectará de igual manera y me convertirá en "otra persona" de aquí en adelante. Solo espero que dicho cambio sea a mejor, claro : )

Esta mañana, mientras desayunaba, han puesto esta canción en la radio.

 

Yo no soy creyente, ya lo sabéis los que me conocéis. No creo en Dios ni en el amor. Es así, lo digo alto y claro, pero creo en la bioquímica y en el poder de las cosas pequeñas. Como esta canción, que consigue ponerme los pelos de punta una y mil veces. Cantarla a solas como si fuera una oración es toda la mística que necesito. Os dejo con el rumor de lo sagrado, en el sentido menos religioso de la palabra.


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